Han pasado 99 días desde el día más triste que me tocó vivir hasta ahora. Cuando recuerdo alguna etapa de mi vida, siempre hubo un compañero de cuatro patas al lado y, quizás por eso, es que la tristeza por su ausencia ha sido tan intensa.

Para Argos:

Un día de junio del 2007, la ahora esposa de mi hermano mayor te trajo a la casa. No sabía que ibas a venir con tu hermana porque solo pensaba adoptarte a ti, sin embargo, Buffy se robó el corazón de toda la familia y se quedaron los dos. Fuimos amigos desde aquel día, y mi amor por ti y Buffy solo creció con el tiempo, aunque por ti un poco más, ya que estabas bajo mi cuidado.

Recuerdo que durante un episodio triste en la historia del Perú (el terremoto de Pisco) estaba estudiando y mi hermano estaba acompañándolos (a ti y a Buffy) mientras dormían en su cama.  De pronto la tierra empezó a temblar y salimos muy rápido con ambos, ya que aún los podíamos cargar con una mano.

Tuvimos una vida plena, llena de alegría y momentos felices como salir a pasear, jugar en el patio o cualquier otra actividad en la que estuviésemos juntos. Siempre te recordaré enérgico, renegón, alegre y amoroso. Cuando eras más joven tenía que sacarte a pasear con ropa deportiva para poder saltar arbustos contigo. ¿Te acuerdas de eso? Y aún con el paso del tiempo lo seguías haciendo… claro que a otra velocidad y fuerza. También recuerdo la rapidez con la que te bañaban en la veterinaria para evitar que los aullidos inquieten a los otros perros.

Siempre vivimos felices con tu hermana hasta que llegó un día terrible, el día que Buffy nos dejó: 30 de octubre del 2014. Aún extraño ver su cara delgada, y sus mordidas celosas cuando te acariciaba. En los años venideros poco a poco fuiste dejando de aullar. Ya no hubo coro de aullidos y supongo que los vecinos estuvieron más contentos.

Fueron poco mas de 13 años de felicidad y amor hasta que llegó ese triste día en el que tuve que tomar la decisión más difícil del mundo por tu bien. Ese mismo día en la mañana, cuando fui a darte los buenos días y me diste un abrazo como nunca antes… hasta ahora lo recuerdo. Ese día en el que se te notaba tan feliz de caminar juntos por última vez. Ese día en el que sacaste fuerzas de flaqueza y tuve que agarrarte porque nuevamente con esa fuerza tremenda no te querías dejar poner el bozal. Ese día en el que tuve que hacer la tarea más difícil de todas, tenía que transmitirte calma mientras mi corazón se destrozaba. Y en esos terribles momentos, ver como sacabas más fuerza aún para intentar lamerme. Para finalmente ver como esa luz hermosa de tus ojos se apagaba.

Argos, a pesar de la tristeza que he sentido durante estos días, estoy en paz. Sé que estas en un lugar mejor y a pesar de que ya no estamos juntos físicamente, siempre permanecerás en mi mente, en mi corazón y en mi alma.

 

Me dirán loco, pero hoy sentí que vino a levantarme… lamiéndome la cara.